LA VIOLETA (Viola 
 odorata)
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Violetas en la nieve. Ilustrativamente 
     llamadas las flores de las violetas como "lágrimas de 
     los dioses". En la ficha se describe el origen de este 
     bello nombre para estas bellas flores. 
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 El género de las 
 violetas está integrado por unas 200 especies, caracterizadas por sus flores 
 zigomorfas, asilares y solitarias, con los sépalos apendiculados en la base 
 y el fruto en cápsulas. De este amplio género solo la violeta común (Viola 
 odorata) despide olor, por lo que también es conocida como violeta de 
 perfume, una planta vivaz o perenne con las hojas acorazonadas dispuestas en 
 roseta.
 Esta planta ha 
 sido desde antiguo ampliamente cultivada en los parques y jardines, tanto 
 por su fácil reproducción (por semillas y por esquejes) como por la belleza 
 de sus flores y su delicado olor. Precisamente la flor es la parte más 
 utilizada en la farmacopea, empleándose tanto en infusiones como en jarabes. 
 La infusión de violeta, se prepara hirviendo en agua unos 3 gramos de 
 pétalos secos (una cucharadita) por taza de agua; la infusión obtenida es de 
 agradable sabor y de un delicado color verdoso-azulado. Se considera que 
 tiene propiedades dulcificantes, sudoríficas, antiespasmódicas y pectorales. 
 El jarabe de violeta, también es muy popular y en farmacia es 
 denominado Sirup Violarium, tiene análogas propiedades a la infusión de 
 violeta y se prepara hirviendo en un litro de agua 30 gramos de pétalos 
 florales. Después de hervir se deja el brebaje en reposo durante 12 horas y 
 se cuela, pasándolo a una garrafa de 3 ó 5 litros, donde se le añade 1,5 Kg. 
 de azúcar, removiendo la melaza durante varios días, hasta conseguir que se 
 disuelva totalmente el azúcar, tras lo que puede tomarse a la manera clásica 
 de los jarabes.
 Las hojas de 
 violeta también han sido utilizadas como emolientes y laxantes e incluso 
 como reactivos químicos. La raíz de violeta ha sido también empleada 
 en la farmacia clásica como sustituto de la ipecacuana (Cephoelis 
 hipecacuanha) una planta procedente de Brasil que fue ampliamente 
 utilizada en medicina por sus propiedades eméticas (sustancia que sin otro 
 trastorno provoca vómito). Para ello se trituraban 10 gramos de raíz de 
 violeta y se mezclaba con ¼ de litro de agua hirviendo, manteniendo en el 
 fuego el líquido hasta quedar reducido aproximadamente a la mitad. El 
 brebaje resultante se tomaba a cucharaditas hasta provocar el vómito. 
 
 Otras 
 aplicaciones clásicas de la violeta como era para fabricar perfumes, 
 se encuentra hoy en día en desuso, dado el elevado número de pétalos 
 necesarios para obtener una cantidad apreciable de perfume y haber sido 
 sustituido el perfume natural de violeta por otras imitaciones químicas de 
 más aroma y mucho menos costo, lo que ha desplazado al producto natural de 
 los mercados.
 Muy curioso es 
 el misticismo y leyendas que rodean a la violeta, a cuya precoz 
 floración se le ha intentado dar una explicación mágica en la mitología 
 clásica. Así, en Grecia, se contaba que las violetas nacieron de la sangre 
 de Atis, cuando en un acto de locura se autocastró bajo un pino. En la 
 antigua Roma seguía un significado parecido la leyenda que sitúa su origen 
 en lágrimas caídas del cielo que reflejan la alegría que los dioses 
 sintieron cuando hicieron las estaciones del año. Cuentan que después de 
 haber creado los dioses el invierno, de un  soplo apartaron las nieves y la 
 hierba comenzó a nacer, las aguas de los arroyos a correr y el sol a salir 
 entre las nubes. Antes el espectáculo los dioses comenzaron a llorar de 
 alegría y éstas lágrimas cayeron sobre la tierra, brotando de ellas las 
 violetas, de aquí que también sean llamadas como “lágrimas de los dioses”. 
 Bello nombre para unas bellas flores. 
 Ignacio Abella 
 en su libro “La Magia de las Plantas” relata como en los cuentos 
 populares la violeta aparece como símbolo del misterio que nos atrae a los 
 más profundo y recóndito de los bosques. Este mismo autor refiere como la 
 diosa Proserpina estaba recogiendo narcisos y violetas cuando fue raptada a 
 las regiones infernales. Interpretando el autor que es posible que en la 
 mitología clásica tanto los narcisos como las violetas representen señales o 
 puertas hacia el más allá y no solo la interpretación estacional o temporal 
 con que se asocia el despertar de estas flores cuando despierta el invierno 
 de su sueño y la vegetación reaparece en la primavera. Apoya su tesis de la 
 interpretación esotérica de que las violetas eran consideradas un símbolo 
 para abrir las puertas del más allá, el hecho de que en las rosalías romanas 
 (también llamadas violarías) se ofrendaba a los espíritus de los muertos 
 rosas y violetas sobre sus tumbas. 
 Más modernamente 
 también hemos encontrado otros misticismos relacionados con la violeta. Así 
 en la Edad Media, en el sur de Alemania, era costumbre atar en un mástil la 
 primera violeta encontrada y bailar a su alrededor para dar la bienvenida a 
 esta estación del año. En la tradición Cristiana también está presente la 
 violeta y se cuenta que San Bernardo la llamó “la flor de la humildad”, 
 siendo adoptada como símbolo de la Virgen María como representación suprema 
 de la humildad en la Tierra.
 En la alquimia 
 también tenía sus atributos secretos la violeta y así en la pintura de 
 Florentino Piero de Cosino (1462-1521) llamada “La muerte de Procris” y que 
 se considera está llena de mensajes alquímicos, aparece representada en la 
 margen inferior izquierda del cuadro esta planta en floración.
 La violeta 
 también está representada en el símbolo de los bonapartistas (seguidores de 
 Napoleón). Esto ha sido objeto de numerosas interpretaciones, así se cuenta 
 que cuando el emperador Napoleón fue desterrado a la isla de Elba (verano de 
 1815), prometió a sus seguidores que volvería junto con las violetas de la 
 siguiente primavera. A partir de aquel momento, la violeta fue el emblema de 
 los bonapartistas y la contraseña de quienes deseaban su retorno a Francia. 
 Estas mismas fuentes cuentan que cuando el cuerpo de Napoleón regresó a 
 Francia, ya muerto, portaba colgado de su pecho una cajita dorada que 
 contenía dos violetas. Dando cumplimiento, aunque solo fuera simbólicamente, 
 a su deseo de regresar a Francia junto con las violetas. Los restos de 
 Napoleón recibieron definitiva sepultura bajo la cúpula de Los Inválidos, en 
 Paris, el 2 de abril de 1861.

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